viernes, 4 de enero de 2008

Un Matheson de la Era Bush

Quisiera aclarar antes de comenzar el articulo, que el mismo contiene información sobre el desarrollo y desenlace de la novela Soy leyenda de Richard Matheson, y la adaptación cinematográfica homónima estrenada este año.

Corre el año 1954. Los Estados Unidos de Norteamérica se enfrenta en una carrera armamentística con la Unión Soviética. La feroz guerra propagandística convierte las palabras comunista y capitalista en insultos por si mismas. McCarthy organiza una caza de brujas con la que azota círculos mediáticos e intelectuales con el único fin de castigar a la oposición política.

En este contexto Socio-político Matheson publica su obra capital, Soy Leyenda, valiosísima Oda a la tolerancia. Lo grandioso de esta novela, además de todo lo que ha aportado al cine de género, es el desenlace final, que sorprende con una gran sensibilidad social.

Robert Neville es el último hombre en la tierra, luego de que una bacteria convierta a toda la humanidad a una especie de vampirismo. De noche permanece encerrado en una casa tapiada, emborrachándose para soportar los gritos de los que alguna vez fueron sus amigos, y ahora tratan de tentarlo para que se rinda. De día, sale a cazar a esos monstruos cuando ellos duermen, una estaca en el corazón parece ser la solución.

La cosa se pone más interesante en el momento en que Neville se entera de que los vampiros han comenzado a formar una sociedad entre ellos, y a organizarse como alguna vez lo hicieron los humanos. El climax de la novela llega cuando nuestro héroe, tras ser capturado y viendo las caras de terror y angustia de la sociedad que formaron sus enemigos, comprende lo subjetiva que es la monstruosidad. Cuando comprende que para ellos es él aquel ser que sale de las sombras para llevarse a sus seres queridos. Uno no puede estar seguro de quién es el Vampiro, de quién es el monstruo. En la última página Neville finalmente los entiende, y deja de odiarlos, justo antes de morir.

Un mensaje de relativismo cultural. Una llamada a la fraternidad entre los pueblos lanzada en una de las mayores eras de odio e intolerancia.

Sartre en ¿Qué es la literatura? afirmó que la literatura es como las bananas, es decir que debe comerse enseguida una vez arrancada del árbol, por que no tarda en perder su sabor. Pero cabe preguntarse si esta obra no es una excepción, un clásico, una de esas obras que jamás pierden actualidad. ¿No vivimos hoy en día una era de intolerancia cultural, racismo y etnofobia, donde minorías iracundas queman ciudades para hacerse oír, grupos neonazis planean ataques a mezquitas, donde el presidente de una nación se atreve a llamar a sus enemigos “el eje del mal”, donde fundamentalistas se inmolan en nombre de una guerra santa? ¿No es esta obra, hoy, más actual que nunca?

Del otro lado esta el final que aparece en el guión del film escrito por Goldsman:

Neville es iluminado por Dios, recibe la orden divina de sacrificarse, haciendo volar una granada mientras la sostiene en la mano para matar al líder de los Vampiros y permitiendo que la humanidad, su humanidad, se salve de las bestias. Lo logra, no podía ser de otra forma, y una voz en off proclama su conversión en leyenda para la resurgente especie humana mientras la cámara muestra los sobrevivientes, todo coronado, claro, con la banderas de las cincuenta estrellas.

Más allá de que el guión peque de torpeza técnica en su desarrollo y haga gala de un evidentísimo Deux ex machina (Es casi cómico que hoy en día este termino pueda llegar a ser literal), lo que sorprende es que cambia absolutamente la esencia de la obra hasta convertirlo en algo antagónico al libro de Matheson. Un síntoma más de esta ideología retrograda que parece estar destinada a controlar los engranajes políticos de este nuevo siglo. No es difícil hacer una analogía entre un Neville que se sacrifica con una granada por designio divino, y los terroristas fundamentalistas que se inmolan en nombre de la Yihad.

El primer Neville, el de Matheson comprendía que solo era diferente a sus enemigos por su perspectiva, y que el odio era absurdo. El Segundo, el de Goldsman, trata al diferente de dos formas, matando o curando (que a fin de cuentas es lo mismo). Si Matheson escribió una Oda a la tolerancia, la obra de Goldsman es un Canto a la ceguera, la intolerancia, la guerra y el fratricidio.

Me tomaré el atrevimiento de terminar este articulo citando nuevamente a Jean-Paul Sartre, cuando pone en boca de uno de los personajes de su obra de teatro Los Secuestrados de Altona, durante un monologó magistral, la siguiente frase.

“Uno y uno hacen uno, he aquí nuestro misterio, Sorprendí a la bestia, golpeé y un hombre cayó; en sus ojos moribundos vi a la Bestia, siempre viva, yo.”

L. Frattesi

Por el gusto de hablar.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Un Borges de Museo

Bernadr-Henry Levy, especulando sobre el motivo del rechazo del Premio Nobel por parte de Sartre, supone que éste sabía acerca de la maldición que esconde este tipo de honores. En el instante en que uno es galardonado se convierte en patrimonio de la humanidad, en un bien, un símbolo, y pasa a la absoluta incomprensión.

Un escritor de museo. Un nombre. Un retrato. Un buen estante en cualquier biblioteca de nuevos clásicos. Y nada más.

Hace unos días llego a mis manos un panfleto que anunciaba una conferencia sobre Borges. Desafortunadamente no pude asistir, pero tuve la oportunidad de conversar con la disertante en otra ocasión. Lo cierto es que me asombraron mucho las opiniones de esta mujer. Hablaba de un Borges extraño, un Borges que yo nunca había leído. Este Borges se reía de Heráclito, Schopenhauer, y, en general, de los afanes de toda la filosofía moderna. Además parecía interesarse bastante por la política; y era, no solo teísta, sino netamente cristiano.

El caso no es aislado, es fácil encontrar muchos de estos “admiradores” de Borges, que se afanan en deformarlo a fuerza de extraños argumentos para hacerlo entrar en ese molde en el que no cabe.

¿Quién? ¿Cómo? ¿Por qué?

El razonamiento de la derecha –conservadora, nacionalista y católica– mantiene una cierta lógica interna. Un escritor argentino, contemporáneo, genial, de gran reputación en el exterior, conservador, aristócrata, y –he aquí lo mas importante– antiperonista hasta la medula. El espécimen perfecto para guardarle un lugar privilegiado en uno de los escaparates de ídolos de sus museos.

“¿Cómo? ¿Qué no escribe sobre política? ¿Qué es un ateo? ¿Un nihilista? ¿Indiscutiblemente Schopenhaueriano?... Si, pero no es comunista y... ¿Escuchaste bien? ¡Es antiperonista! ¡Antiperonista!”

Y al final, como todo lo que entra en su museo de ídolos, tiene que adaptarse para combinar con un edificio que nunca cambia –de nuevo, conservador/católico/nacionalista–. Y si intentarlo con sus obras es absurdo, que mejor forma de lograrlo que esgrimiendo una suerte de mitología de oscuros y contradictorios datos biográficos.

¿Importa cómo vivió sus últimos días? ¿Importa si rezaba antes de acostarse o si le negaba su autógrafo a todo peronista?

Tal vez Proust se equivoco cuando dijo que todo escritor tiene dos Seres, uno que escribe y uno que vive. Tal vez es el mismo ser, que escribe lo que vive, y vive lo que escribe. Pero de cualquier forma, ¿No es absurdo anteponer la Biografía de un escritor a su propia obra? ¿No es absurdo enterrar bajo dudosas anécdotas político-ideológicas a ese genio que escribió tan magnificas obras? ¿No es absurdo sacrificar la belleza de El Libro de Arena o La Moneda de Hierro por el prestigio de tener a un autor más en la fila de la propia ideología?

Yo creo que si.


L. Frattesi.

Por el gusto de Hablar.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Presentación

Hace tiempo que la idea de escribir un Blog revolotea por mi cabeza, pero nunca termino de decidirme por los mismos motivos. Por un lado pienso: que pueden aportar mis opiniones a la inmensa blogosfera, donde todo lo que se puede decir ha sido dicho. No creo que este lo suficientemente capacitado en ningún tema como para decir nada realmente nuevo de él.

Por otro lado siempre me dio un poco de vértigo observar los rápidos cambios que trae aparejado este invento. Tanta información desordenada y dinámica, formando algo así como un banco de peces donde no se puede llegar a distinguir nada. Uno no esta seguro de si alcanzamos el ideal de la comunicación descentralizada, donde nadie puede imponer puntos de vista; o si los profetas malditos que hablan de la era d la sobreinformación y su consecuente desinformación estan en lo cierto.

Pero lo cierto es que poco a poco estoy comprendiendo el fabuloso dialogo que puede generar este innovador invento y no se me ocurre mejor forma de seguir descubriendo sus virtudes y defectos que experimentando.
Alguien dijo que esta es (creo que lo leí en la Ñ, aunque no recuerdo) la mayor revolución en las comunicaciones desde la imprenta, y creo que estaba en lo cierto. Si es así, nosotros que nos dedicamos a criticar a los conservadores de todas las eras, ¿Tenemos derechos a convertirnos en los de esta?

Satisfecha mi vieja necesidad de justificarme, doy comienzo a mi Blog.

Bienvenidos a Por el Gusto de Hablar